miércoles, febrero 06, 2008

UNA APACIBLE TARDE DE SABADO

Es tan divertido ir a la plaza principal de la ciudad un sábado por la tarde, aparte de relajante, socialité, alegre, rico y por instantes triste.

Para empezar lo hago acompañada de mi mamá y de mi abue, cuando llegamos a la plaza elegimos una banca que nos permita ver perfectamente bien quién pasa, ya cuando estamos sentadas empezamos a charlar de las inagotables cosas de la vida, la tarde transcurre y la gente también, pasa de todo, desde familias completas, hasta novios, jóvenes que van saliendo de sus jornadas laborales, grupitos de amigos, personas con sus mascotas.

Como en toda plaza no puede faltar el señor globero que pinta de múltiples colores el paisaje con cada uno de sus globos, ya sea desde el tradicional globo con liguita, una estrella de color metálico o hasta un globo en forma de scooby doo o shrek, también está la señora que vende el líquido para hacer las cristalinas pompas de jabón y los ligeros rehiletes que giran al soplar el viento.

También no pueden faltar los señores boleros, aquellos que cargan diariamente con sus sillas, su sombrilla y su caja de pinturas y cremas de calzado para todo individuo pulcro que quiera lucir un calzado limpio y bien lustrado, que mientras le bolean los zapatos lee el periódico, escucha la radio que el bolero tiene en sintonía o simplemente se entabla una amena charla entre bolero y cliente.

Hay ocasiones es las que viene un grupo de hombres de un pueblo cercano a la ciudad, de entre seis años el más chiquito hasta de unos cuarenta y cinco años el más grande aproximadamente, a bailar la danza de los viejitos, lo hacen de una forma extraordinaria, ya que desde su vestimenta hasta sus pasos de baile son ejecutados a la perfección, su vestimenta consta de tela blanca bordada tanto el guanengo como el pantalón, un sarape de colores, una máscara de viejito, un sombrero y unos huaraches de mecate con suela de madera, la cual, al compás de la música tradicional purépecha suena con gran fuerza para darle cuerpo a la tradicional danza de los viejitos, primero sale un viejito bailando y la gente se va acercando poco a poco, posteriormente se van incorporando los demás integrantes y así, se disponen a baliar de diez a quince minutos aproximadamente entre presentación y presentación, ya cuando terminan agradecen al público y piden les sea dada una moneda con la que se gratifique su danza.

La tarde se va haciendo noche y de repente se me antoja algo para degustar y entro en un dilema, no se si decidirme por comprar una rica y deliciosa nieve, un suave y espumoso capuccino, unas crujientes papas doradas, un tradicional dulce del pasaje o un calientito atole de grano con saborcillo a anís.

Las campanas de la Catedral repican la última llamada a misa de las 7:30, en ese momento comienzan a desfilar el dueño de la tienda... el gerente de... los papás de... el señor que vende... la señora de... el matrimonio... el notario... el doctor... ha pero cuando hay alguna celebración especial se hace todo un desfile de alfombra roja lleno de glamour, gente bien, vestidos de temporada y de repente aparece sobre la plaza una elegante y lujosa limousina o un clásico y conservador automóvil del que descienden unos novios o una quinceañera.

Nunca faltan los indigentes, la señora que pide para su medicina, el niño que vende chicles, la niña que pide para un taco, el anciano que pide una monedita, el joven que carga su guitarra y canta afuera de los restaurantes que se encuentran en los alrededores de la plaza.

Se hace de noche, el cielo se engalana con estrellas brillantes que junto con la hermosa luna y más si es la de Semana Santa o la de Octubre, hacen del firmamento una maravilla de la naturaleza.

Dan las ocho de la noche y a lo lejos se alcanza a percibir perfectamente bien la música en vivo del cafecito que se encuentra el la planta alta del centro comercial de uno de los portales que rodea la plaza, es un cantante de trova el cual nos deleita el último momento de nuestra estancia en la Plaza Principal de la Ciudad de Zamora.

Ahora sí, después de pasar dos horas de sano esparcimiento, nos disponemos a marcharnos a nuestra casa para finalizar un apacible sábado por la tarde en nuestra hermosa ciudad.